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CHISPITAS DE LENGUAJE

Enrique R. Soriano Valencia

Han empezado las posadas, esas fiestas previas a la Navidad donde solemos romper piñatas. Como es natural, nos interesa mucho obtener una buena cantidad del contenido de las piñatas (anteriormente fruta, pero actualmente las rellenan de dulces o de pequeños juguetes). Por eso solemos decirnos a nosotros mismos, a nuestros hijos, amigos o parejas: «Pónganse abusados» o simplemente «abusados». Esto es, usamos el vocablo ‘abusado’ para pedir el estar atentos, alertas, listos o, precisamente, para agudizar destrezas.

Hasta hace muy poco, la palabra ‘abusado’ era solo el participio pasivo del verbo ‘abusar’ (como ‘crucificado’ de ‘crucificar’). Por ello, fuera de nuestras fronteras no tenía mucho sentido, pues era tanto como pedir a alguien: *«Ponte crucificado». Y si ello se entendía como colocarse en posición para ser objeto de crucifixión, entonces, la orden de «¡abusado!» sería tanto como pedir que alguien se prepara para ser objeto de abuso.

Sin embargo, ‘abusado’ ahora también se admite como sinónimo de ‘perspicaz’, según el Diccionario de la lengua española, DLE. Lo recoge como un americanismo usado en México, Honduras y Guatemala. En nuestro país es tan popular que hasta ha vuelto a evolucionar y se ha modificado a ‘buso’, sin que esta última voz haya sido recogida por los académicos. «Ponte *buso» solemos pedir a alguien para que esté atento.

Evidentemente, la palabra ‘abusado’ en realidad es una voz trastocada de ‘aguzado’. La primera toma de la segunda el significado de «perspicaz, penetrante, despierto, listo», informa el Diccionario.

La modificación de ‘aguzado’ por ‘abusado’ se debe a que los mexicanos somos muy dados a confundir las consonante ‘b’ y ‘g’ (desconozco si el fenómeno sucede en otros países). Ello se nota cuando escuchamos decir de forma popular «Vamos a cenar esta Navidad con mi *aguelita», en vez de ‘abuelita’. Incluso, hasta cariñosamente a los abuelitos de forma individual les decimos *ague («Mi *ague me lo regaló de Navidad»).

También es la razón por la que hemos acuñado la palabra ‘güey’, hoy tan popular en la boca de los muchachos y tan distintiva de nuestra forma de hablar. Originalmente, era una ofensa pues pretendíamos decir a alguien buey. La comparación tenía como propósito dar a entender la falta de hombría (principalmente), de habilidad, de agilidad, de comprensión o de agudeza en virtud de que se trata de un macho vacuno castrado. En mi generación cuando aparecía esta última palabra era motivo para cruzar golpes. Actualmente, ha dejado de ser una ofensa y el diccionario oficial de nuestro idioma la recoge como una forma cariñosa de decir tonto.

La palabra ‘abusado’ fue incorporada en la 23.a edición del Diccionario de la lengua española, la última versión del diccionario oficial de nuestro idioma. El vocablo está clasificado como un adjetivo, es decir, una palabra para calificar a alguien. Sin embargo, podría confundirse su clasificación cuando escuchamos a alguien pedir a otro «¡Abusado!». En realidad en este caso se trata de una oración unimembre que está trasmitiendo la idea: «Aguza tus sentidos para logarlo». Así, ahora sí, con toda propiedad: «Abusados esta Navidad».

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