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Laura Cuevas Rodríguez*
Miércoles 13 de enero de 2021
En su monumental libro Imágenes de la tradición viva, en su segunda edición de 2006, prologado por el mismo autor y publicado por el Fondo de Cultura Económica, Landucci y la UNAM, Carlos Monsiváis nos deleita con su magistral escritura ensayística sobre las principales tradiciones que dan identidad a nuestra nación.
En el presente artículo nos ocuparemos del primer capítulo de dicho libro titulado La fundación de las tradiciones: la Virgen de Guadalupe. El autor acorde a su estilo y personalidad de coleccionista insaciable, nos expone la manera en que a través del tiempo desde su revelación al indio Juan Diego en el siglo XVI, hasta finales del siglo XX, cuando el autor escribe su texto, Nuestra Señora de Guadalupe ha sido el refugio para los desconsuelos y la desesperanza de una gran mayoría del pueblo mexicano.
Carlos Monsiváis nos lleva a indagar el culto popular que se rinde a la Virgen de Guadalupe, mismo que ha sido impetuoso desde sus tempranos orígenes. Ese culto popular que se manifiesta en rezos repetitivos pero incansables, reiterativos y suplicantes; ya sea por la salud de un ser querido, o por el bien de la nación mexicana y su larga lista de necesidades.
“La inutilidad del desmentido”… así se refiere Carlos Monsiváis al escaso valor que tiene cuestionar la veracidad de los hechos respecto a las apariciones de la Virgen al indígena Juan Diego (que si el lienzo fue pintado por el indio Marcos, que si fue una sustitución de una deidad indígena…), pues nos precisa que este culto guadalupano no requiere de “razonamiento adjunto”, pues se deriva de una “revelación”. Sin embargo, nos ilustra respecto al sincretismo que encierra la mezcla de las creencias cristianas con las católicas y que tienen un antecedente en el siglo XVI, cuando Fray Bernardino de Sahagún escribió: “Los predicadores… a nuestra Señora la madre de Dios llaman Tonantzin”. Y concluye Monsiváis diciendo: “de nada valen investigaciones y denuncias ante un culto extendido con ímpetu, como precisa la copla popular”:
María todo es María.
María todo es por vos.
Toda la noche y el día
se me va pensando en vos.
Monsiváis nos hace centrar la atención en la cantidad inconmensurable de imágenes que han surgido de la representación de la Virgen del Tepeyac, en madera, en yeso, en plástico, en discos compactos, en prendas de vestir, tatuada en la piel… En trabajos artísticos que resultan provocadores, como la creación de Adolfo Patiño: Proyecto de una bandera para una colonia mexicana, en la que se puede ver la bandera de Estados Unidos, sólo que en lugar de estrellas el artista colocó tres imágenes de la Guadalupana y cuya foto se puede apreciar en gran tamaño. Y hablando de fotos, el título del libro no es gratuito, pues contiene una gran cantidad de imágenes para “leer” que son una delicia, desde pinturas del clásico de Juan Diego postrado ante la aparición de la Virgen, de desfiles y procesiones, hasta fotos de calles en colonias populares con representaciones en honor a la Virgen.
Indispensable el tema de la Virgen como estandarte en la campaña militar de los insurgentes liderada por el cura Miguel Hidalgo, es decir como patrona de su ejército. A propósito de Hidalgo nos dice Monsiváis, que éste fue el inventor de la t-shirt, pues asegura que dicho personaje llevaba cosida a su ropa una imagen de la Virgen. También nos expone que de esa manera el cura insurgente daría inicio a la “secularización” de la imagen de la Virgen de Guadalupe. También nos recuerda que en tiempos posteriores fue proclamada Emperadora Guadalupana por Morelos, que Iturbide crea la Orden de Guadalupe y el primer presidente de México se cambió el nombre (José Miguel Fernández Félix) por el de Guadalupe Victoria en honor a la Morenita del Tepeyac.
Poeta y político, Guillermo Prieto le dedica su talento a la Reina de México, Monsiváis cita el siguiente verso:
Piedad para tus hijos. ¡Madre amante!
Ampara a nuestra patria, que rendida,
clama paz con acento agonizante,
y tú, la excelsa, de la luz vestida,
alza, oh Madre de Dios, alza triunfante
la causa de los libres, tan querida.
Ignacio Manuel Altamirano exalta “la igualdad ante la Virgen” y Monsiváis rescata su frase conocida: “El día que no se adore a la Virgen del Tepeyac en esta tierra es seguro que habrá desaparecido no sólo la nacionalidad mexicana sino hasta el recuerdo de los moradores del México actual”.
Tal es la importancia del culto a la Virgen en nuestro país, nos aclara Monsiváis: no es sólo un asunto de fe sino de los símbolos que hacen comprensible la vida.
No podría quedar fuera del texto la polémica acerca de la beatificación del indígena Juan Diego en 1990 por el Papa Juan Pablo II, cuando visita el Tepeyac y cuya declaración al respecto es rescatada por Monsiváis:
“A semejanza de los antiguos personajes bíblicos, que eran una representación colectiva de todo el pueblo, podríamos decir que Juan Diego representa a todos los indígenas que acogieron el Evangelio de Jesús, gracias a la ayuda maternal de María…”
De igual manera, Monsiváis cita a Brading: “El hecho de que sea patente la intervención humana en la pintura de la imagen y la concepción del relato de las apariciones no altera la conclusión de que para la iglesia católica la Guadalupana es una obra inspirada por el Espíritu Santo y el Nican Mopohua una revelación que refiere la fundación espiritual de la Iglesia Mexicana”.
En los tiempos actuales no podemos omitir el nombre del partido político que llevó al poder a nuestro actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, Movimiento de Regeneración Nacional, que abreviado se lee MORENA y que irremediablemente nos remite a la Patrona de México. Podríamos decir que nuestra Nación continúa entonces bajo el manto protector de la Virgen. ¿Casualidad, premeditación? Cada quien saque sus conclusiones.
Para finalizar, diré que leer este texto de Monsiváis en tiempos de pandemia y cuando por primera vez en la historia la Basílica de Guadalupe lució vacía el pasado 12 de diciembre, por las medidas sanitarias implementadas en nuestro país; es una oportunidad para indagar en nuestras tradiciones y de enriquecernos con la escritura e inteligencia de este esencial autor mexicano que por desgracia −como muchos otros− partió demasiado pronto, dejando a sus lectores en una extraña, atípica orfandad.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo, de Celaya, Guanajuato, al que pertenece la autora.
Imagen de portada: Carlos Monsiváis. | Foto: Gaceta UNAM.
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