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NOPALES Y HORTENSIAS
Carla Martínez*
Francia / Viernes 23 de noviembre de 2018
No hay forma elegante de decirlo: el buen migrante únicamente es aquel que tiene dinero. Cuando llegas a otro país, por la razón que sea, si tienes dinero, no tendrás problema.
No importará tu país de origen. Ni importará tu edad, o tus rasgos físicos. Ni tu religión, ni tu color de piel. ¿Tienes plata que aportar? Bienvenido seas. ¿Eres pobre? Mmmmhhhh, nos reservamos el derecho de admisión.
¿No hablas bien nuestro idioma? ¿No te parece algo de cómo hacemos las cosas en nuestro país? Si tienes dinero, nos podemos arreglar. Pero si no lo tienes, entonces, mejor platicamos cada uno de un lado diferente de una barrera.
Muchas personas rechazan a los migrantes de la caravana hondureña que atraviesa México por razones que parecen no tener que ver con su pobreza. Es porque son “sucios”: mira nada más cómo van dejando de basura por dónde pasan. Es porque son ingratos: pero cómo puedes decir que no, ¿¿¿qué no has visto el video tan difundidísimo de la señora hondureña que no quiso frijoles???
Insulto nacional. No quiso los frijoles. Una señora.
Porque invaden la soberanía.
Porque no nos quieren.
Porque están feos.
Porque gritan.
Porque son delincuentes.
Porque por ayudarlos, no se ayuda a los locales.
La verdad, es que se ve feo que pasen por aquí y están pobres.
Si fuera una caravana de hondureños repartiendo dólares o lingotes de oro, haríamos oídos sordos a la negativa a los frijoles.
Nunca he conocido a una persona hondureña. Pero me imagino (con poco riesgo a equivocarme), que tienen en general una cabeza, dos piernas y dos brazos. Que hay hondureños pobres, ricos, altos y bajitos, trabajadores y flojos, honrados y deshonestos, jóvenes y viejos, felices e infelices. Como mexicanos. Como franceses. Como argelinos. Como siros y palestinos. Como gringos y canadienses.
Acá en Francia hay un ambiente enrarecido hacia los migrantes de confesión musulmana. Mucho tiene que ver, evidentemente, el asunto del terrorismo. Pero las autoridades reciben contentos a los ricos jeques (o como se les llame) árabes y a sus petrodólares (¿o se dirá petroeuros?).
Pero al turco que vende kebabs en la esquina, a ese lo ven feo si no habla bien francés.
Cuando somos los mexicanos los que somos mal vistos en Estados Unidos, hay indignación nacional. “Porque los mexicanos sí somos trabajadores y decentes”. ¿Todos? ¿Y eso implica que todas las personas que integran la caravana migrante son flojos e indecentes? ¿Hasta los bebés y los niños pequeños?
Lo más curioso es leer a más y más personas decir “yo no soy racista, pero…” Pero quiero que den las gracias amplísimamente y haciendo reverencias. Que desaparezcan de mi barrio, mi ciudad y de mi vista.
Hay un dicho que dice que no hay que escupir para arriba. Ese escupitajo termina por caerte encima.
Los mexicanos no somos un país rico.
El grueso de la población está más cerca de convertirse en “caravana migrante” que de convertirse en gringos adinerados. Se nos olvida.
Quizá en la caravana ha habido gente que tiró una cobija. O que no se comió los frijoles. Quizá haya un buen porcentaje de personas que en algún momento vayan a delinquir. No contamos con cifras para evaluar con precisión el nivel de gratitud/ingratitud de estas personas. Ni su decencia. Ni la urgencia con la que salieron de su tierra a atravesar un enorme y bellísimo país como el nuestro para buscar otra cosa. No sabemos más que lo que vemos en videos, lo que nos cuentan, lo que vemos de pasada al ver esa sombra “fea” atravesar nuestra ciudad, nuestro país y nuestra vida.
Quizá haya personas cuyos padres, abuelos y tatarabuelos han vivido siempre en el mismo lugar. Que nunca tuvieron que migrar. ¿Cómo saber si sus hijos o los hijos de sus hermanos y amigos no van a tener que hacerlo?
Quizá haya personas que siempre hayan sido agradecidas y perfectas en su conducción ante el resto de la sociedad. Yo no soy persona de ir a la Iglesia, pero dice la doctrina cristiana que Jesús dijo, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Tristemente, parece que todos hemos olvidado que no somos ni tan justos ni tan libres de pecado. Y estamos apedreando a personas cuya circunstancia de vida ni siquiera conocemos.
Migrar no es fácil.
Y es mucho más difícil cuando eres pobre.
Una escritora estadounidense, nacida iraní, la excelente Dina Nayeri, dice:
“Es obligación de cualquier persona nacida en una habitación más segura, abrirle la puerta a quien toca porque está en peligro”.
Que no cerremos nuestra puerta. Que cuando algún día toquemos a otra, ésta se abra.
* Carla Martínez, además de contar historias como migrante internacional desde la Bretaña francesa, ha sido ghost writer durante años y actualmente redactora de contenido para una empresa española.
Imagen de portada: Migrantes hondureños. | Foto: Perú 21.
2 Comentarios
Mi ghost writer…
Amo leerte. Cuanta empatía.
Muchas gracias por el comentario! Y sí, sin empatía no vamos más que al matadero todos juntos.