SOMOSMASS99
NOPALES Y HORTENSIAS
Carla Martínez*
Bretaña, Francia / Viernes 21 de septiembre de 2018
Es algo tan simple, tan lógico, tan de todos los días. Y en la vida cotidiana no pensamos en lo particular que es nuestra forma de trabajar. Que no en todo el mundo la gente trabaja igual, o piensa igual de la idea y la noción de “trabajar”.
Yo recuerdo estar chica y pensar más o menos así: estudias (mucho), terminas la escuela, consigues buen trabajo. Ese era el plan. Y estudié. Mucho. Siempre tuve excelentes calificaciones. ¿Un pequeño secreto? La vida se te atraviesa y el camino no es tan recto. Me casé. Tuve hijos. No terminé la carrera de-un-jalón como estaba previsto. Y a pesar de que empecé a trabajar desde joven (dando clases particulares, haciendo tarea para mis compañeros en la prepa, y de ahí saltando a hacer redacciones en lo que ahora de forma muy nice se dice “ghostwriting” y que equivale a escribir algo que saldrá publicado a nombre de otro), nunca en mi vida laboral en México estuve inscrita en el Seguro Social.
Hice muchas cosas: trabajé como profesora de idiomas en escuelas privadas, alfabetizando adultos, vendiendo pizzas, enchiladas, redactando tesis para los que no pueden o quieren redactar la suya. Me mantuve, mantuve a mis hijos. Pero viví al margen. Al margen de la idea de jubilación, de incapacidad por enfermedad, de baja por maternidad.
Y no soy la única. Las cifras son aplastantes. En México, más del 58% de la población (según cifras oficiales) trabaja informalmente. Los empleados en las tienditas. Los choferes de los autobuses. Los torteros y las señoras que venden enchiladas. Muchísimas empleadas domésticas. Muchos profesores en pequeñas escuelas privadas. Y puedo seguir enumerando gente que trabaja sin derecho a tener seguridad social y planes para su vejez.
Lo peor, es que lo vemos como “normal”. Es más, tenemos una cierta idea romántica de que es la gente “luchona”. Las personas que no se dejan abatir por la falta de empleo y “se la buscan”. Como si estuviera bien. Como si carecer de la más mínima seguridad cuando trabajas fuera una especie de heroísmo en lugar de una carencia social.
Por ello me resultó muy sorprendente llegar a Francia y descubrir que acá tienen otra idea completa del trabajo. De pagar impuestos. De la jubilación. Del seguro de desempleo, de los contratos, de la seguridad social.
No es que acá no haya desempleo (clarísimo que lo hay y hace años que no disminuye, hay cifras muy preocupantes). Lo que me sorprendió es la forma social de entender al trabajo. Tan codificado, con tipos de contrato diferentes con nombre y todo dependiendo si es temporal o “definitivo”. Las liquidaciones. El tiempo y el dinero percibido entre que pierdes un trabajo y encuentras otro.
Y bueno.
A últimas fechas, con el presidente actual que hay en Francia, es como si quisieran cambiar toda esa noción de estabilidad y acompañamiento por parte del Estado, para ir a dar a la noción “a la mexicana” (aunque ellos no lo saben).
Recientemente, el presidente Emmanuel Macron le respondió a un joven con formación como horticultor que le reclamó que no encuentra empleo, que no tenía más que “cruzar la calle” y pedir trabajo como mesero o ayudante de cocina en un restaurante. Que trabajo sobra, pero que la gente no lo quiere hacer.
También hay un discurso intenso de “crea tu propia start-up”, y ese tipo de cosas.
A mí me da tristeza. Porque la gente no sabe cómo es vivir en la inseguridad laboral, y lo duro que es vivir en un país que ofrece un panorama de trabajo informal como lo mejor posible.
Y las nefastas consecuencias que esta incertidumbre a futuro puede tener.
Cuando yo era profesora de secundaria, en mi pueblito hidalguense (hace ya 6 años), tenía alumnos a los que les urgía dejar de estudiar. “Mejor meternos de torteros Maestra, o de narcos, ¿ha visto cómo viven los narcos?”.
Si no hay trabajo, miren pa’ dónde voltean los muchachos.
Y después, terminan en una fosa común perdida en la nada.
Trabajar y no trabajar… no es lo mismo en todo el mundo.
* Carla Martínez, además de contar historias como migrante internacional desde la Bretaña francesa, ha sido ghost writer durante años y actualmente redactora de contenido para una empresa española.
Foto de portada: Pixabay.
4 Comentarios
El final de tus palabras me sobresaltó.
Tienes razón.
Acá si no hay con qué, se pueden buscar soluciones peligrosas…
Y allá… Bueno allá también todos estudian como enajenados, me cae que ni lo disfrutan.
Sería tan ligero vivir sin fosas clandestinas.
No sé si todos estudian tanto acá, lo que sé es que veo el fantasma de la precarización y yo sé a dónde puede llevar eso… uno no sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, dicen. Espero equivocarme.
Yo veo a los jóvenes allá escoger su carrera según los años de estudio. preparar concurso sobre concurso. Sufrir, de plano.
A los de acá, … Qué te digo? cuántos se quedan sin estudiar por falta de recursos?
En cuánto al trabajo, aquí podemos abrir una cocina económica en nuestro patio, allá no. Pero allá, te dan lana, seguro de desempleo, si no tienes trabajo.
En los dos lados, a los jóvenes frente a una pared.
[…] artículo se publica en alianza con SOMOSMASS99 de […]