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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 12 de agosto de 2019
Hace unos días etiqueté a alguien conocido en uno de mis tweets y me llevé la grata sorpresa de tener varios “Me gusta”, retweets y unas 3000 impresiones. Yo que andaba tan orgullosa con mi récord de 35 visitas, mira que esta vez se me bajaron tantito los humos.
Al redactar ese tweet, tuve mucho cuidado al escoger mis palabras: ¿estaba yo parafraseando a Gabriel Guerra, imitándolo, plagiándolo o emulándolo?
Son actos que podrían ser parecidos, si no hubiera ciertas sutiles diferencias entre ellos.
Parafrasear es decir lo mismo con otras palabras, onda un copiar-pegar elegante.
Imitar es hacer lo mismo que otro, sin originalidad ni ideas propias.
Plagiar es robar.
Emular es intentar hacer algo parecido al ejemplo y, claro, al mismo nivel de excelencia.
Pensé que emular era el acto más honesto, al emular a Gabriel Guerra en mi tweet reconocía que la idea original era de él y de alguna manera le brindaba honores. Y de paso, me gané impresiones y comentarios positivos, ¡ja!
Para lo que imaginé hoy, voy a emular a una persona que a su vez emuló a otra. Tal vez exista una palabra para decir lo que estoy haciendo pero no la conozco. Dime tú si sabes…
Uno de mis libros feministas favoritos fue escrito por Benoîte Groult, feminista y judía. Ella lo describe como un grito de ira y como una búsqueda de sanación de la mujer en general, no por haber nacido mujer pero por haber sido educada como mujer en un mundo de hombres. Al final del libro, Ainsi soit-elle, Así sea ella, recoge parte de un texto de Jean-Paul Sartre, Reflexión sobre los judíos, y lo aplica a la situación y posición de la mujer vista por los hombres.
Lo que sigue es mi emulación de la emulación del pensamiento de Sartre por Groult.
… Pero me niego a llamar opinión a una doctrina que apunta expresamente a determinadas personas y que tiende a suprimirles sus derechos o a exterminarlas. La mujer, que el misógino combate, no es un ser esquemático y definido solamente por su función, como en el Derecho Administrativo; por su situación o por sus actos, como en el Código. Es una mujer, hija de mujer, que puede reconocerse por su físico, por el color de su pelo, quizá por sus ropas y, según dicen, por su carácter. La misoginia no entra en la categoría de pensamientos protegidos por el derecho de libre opinión. Además, se diferencia mucho de un pensamiento. Es ante todo una pasión. Puede presentarse, sin duda, bajo la forma de proposición teórica. El misógino “moderado” es un hombre cortés que nos dirá suavemente: “Yo no detesto a las mujeres. Sencillamente, me parece preferible, por tal y cual razón, que tomen parte reducida en la actividad del país”. Pero momentos después, si nos hemos ganado su confianza, agregará con más abandono: “Mire usted, ha de haber algo en las mujeres; a mí me molestan físicamente”…
No escogí las mismas líneas que Benoîte, una cosa es emular y otra es nada más copiar. Pero sí te las envolví con los mismos moños: cambia mujeres por judíos y misógino por antisemita y tendrás el texto original de Sartre.
Aquí empieza la reflexión:
Adapta el mismo texto usando las palabras mexicanos, latinos, musulmanes, negros, asiáticos, pobres, ricos, lesbianas, gays, chairos, fifís, extranjeros, gordos o putas y con las palabras racista, clasista, nacionalista, esclavista, sexista, extremo derechista, extremo izquierdista, fundamentalista y, me atrevo a agregar, terrorista.
¿Qué tal el resultado?
El reto sería encontrar un texto en el que pudiéramos jugar con las palabras activista, academista, progresista, abolicionista, bromista, utopista, cancionista y con todas las demás palabras que nos sabemos para describir a todos los seres vivos y a todas las piedras y a todo lo buenista que conocemos.
Y ya para usar la palabra nudista, nada más te propongo que vayas a conocer la playa de Zipolite en Oaxaca. Y que disfrutes la brisa sobre tu cuerpo.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Imágenes de portada e interiores: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
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